miércoles, 22 de abril de 2020

De la Tierra de los Volcanes (Capítulo 3)




Celeste, al igual que Elena, sueña con ser libre. Todos los días lo pide. Pero libre de cargas emocionales, culpas, responsabilidades.
Quizás por ello ambas se encontraron en la vida y quieren mantener esa complicidad entre ellas. A veces, es tan difícil tener de aliada, amiga, hermana, a alguien igual de segregada que tú. Celeste se auto- segregó. De algunas amistades, de parejas, de su familia directa e indirecta, se ha separado. Es una especie de auto- exilio triunfal.

Y en el caso de Elena, es exilio masoquista, ya que ella en verdad siempre ha buscado compartir su vida con una pareja, ha dado todo y hasta su paciencia, la cual a veces se agota al grado de parecer una mujer cansada, resignada. 
La venganza viene en oleadas de violencia, expresada a través de neurosis. Pero como  le han dicho que los humanos por el simple hecho de serlo, sufrimos de trastornos neuróticos de carácter, no le ha dado mayor importancia.
Siente, entonces, que la une a esta gente con la cual construye lazos afectivos, algo así como una necesidad.  Necesidad de queja, de amor, de harmonía pero también, de dependencia.
Y debido a que estos familiares la detectan frágil y necesitada de estos afectos, no es raro que traten de dominarla.  La Elena libre (o que al menos así se sueña y desea) , entonces reacciona queriéndose zafar de los mismos afectos que en primera instancia la llevaron a formar estas relaciones.

Un pequeño caos interno de emociones. Ya sabemos que todos tenemos nuestros demonios. Y Celeste y Elena claro que no serán la excepción.

Sin embargo, en este sentido Celeste siempre ha sido más fuerte. Acostumbrada, por su oficio de Arquitecta a siempre lidiar con poder masculino, ella ha logrado una verdadera emancipación, tanto en el mundo laboral como en el familiar.

Elena aún no llega a pisarle los talones a su amiga.  La admira profundamente y agradece que aquél día, en la discoteca Pachá en Mallorca, pudiera conocer a esta gran mujer, en lugar de perder su tiempo con chamaquitas babosas.

Y después de aquél día, cuántas cosas no vivieron juntas. Cuantísimos recuerdos guardados!