Ella vive en Quito Tenis, la zona residencial más nice de la ciudad y además, el punto más alto de la misma, a sólo unos 600 metros más, estaría en la cima del volcán Cotopaxi.
Aquí, las montañas cortan el viento y por las tardes, al
ocultarse el sol, se escucha a diario su lucha de poderes.
-Arquitecta García Garçon - llama Dionisio al interfon, - está aquí su visita del extranjero, la señorita Elena-.
En un arranque de actividad, ella comienza a mover objetos de
una mesa al pequeño armario francés que le regaló su madre.
A toda velocidad mueve objetos, maquetas, collares semi terminados
de piedras que ni al semi de preciosas llegaron, cajitas raras de maderas exóticas al parecer de la
India o Tailandia. Su boca se comprime de manera apenas perceptible. Abre más
los ojos, arquea más las cejas, se sacude el cabello. Camina por el pasillo.
Acomodándose
el saco negro y con aparente desenvoltura y relajada, saluda al abrir la
puerta: - Elena! espero hayas tenido un buen viaje a pesar del
retraso de la aerolínea y la pérdida de tu equipaje-.
Elena, más natural en sus ademanes, abraza a su mentora pero
ante todo amiga Celeste y al hacerlo, logra entrever la decoración del pasillo
y las dimensiones de los espacios aledaños.
La iluminación es cálida, con luz
entre naranja y roja. Los muebles, así como el piso, son de madera color ébano
y hay algunas estatuillas asiáticas doradas, entre ellas un sonriente Buddha en
la entrada. Detrás del gordito simpático hay un espejo. Algunos cuadros impresionistas
y de estilo pop art aportan el color en estas tonalidades de denso lodo.
Elena se incorpora en el medio ambiente que antes de su llegada fue ligeramente alterado, y aunque lo percibe, no deja notar su complicidad
implícita.
- Arqui, no vives en un departamento, esto es un palacio de cortesana!-
Incómoda por la alabanza, Celeste minimiza el comentario:
- espero que te refieras a las Cortesanas nobles, y no a las otras-.
No hubo tiempo de más banalidades típicas de un reencuentro de
años, pues Celeste recibe una llamada. Elena logra escuchar una voz
masculina, dando órdenes.
Una voz seca, casi metálica a través del aparato. El resultado fue que Celeste tenía que salir dentro de la próxima media hora a la
Compañía de Jesús, la catedral principal de Quito, lugar en el cuál ella estaba
a cargo de la restauración del sótano junto con el Ing. civil, el de la
encantadora voz de hojalata.
Celeste es restauradora, arquitecta,
decoradora de interiores, diseñadora de joyería para su tienda, en fin, una
verdadera creativa.
Elena siempre se ha considerado a sí misma una verdadera
cautiva. Por elección propia, o por rebeldía, nunca concluyó ninguna
carrera universitaria y escudada en que le encanta el aspecto operativo de
"las chambas", se ha dedicado a todo tipo de oficios, desde mesera
hasta secretaria, recepcionista, o hasta a vender casas en inmobiliarias.
Por lo mismo, la amistad que ambas llevan, no ha sido tomada con absoluta
obviedad por parte de Elena. Desde que se conocieron en España, Celeste la ha
involucrado e incluso le ha pedido consejo en casi todos sus proyectos
artísticos. Elena ha podido aportar desde puntos de vista más terrenales.
Elena
siempre fue la despistada y la rara. Tanto en el seno familiar en la
calle de Violeta, como en la vocacional, se le consideraba taciturna y
fuera de época. Clásica, tímida pero "esperando guiños tras la maleza para dejar
salir a la bestia"- le había dicho una terapeuta new age en Ibiza.
En Celeste siempre ha habido un ligero aire de superioridad.
La Arquitecta fue educada de manera tradicional, con todos los
convencionalismos sociales practicados por sus padres. Madre Francesa.
Padre Ecuatoriano proveniente de una familia sencilla, andina; el abuelo paterno
fue zapatero, pero muy trabajador.
La vida brindó al Ing. García excelentes oportunidades y gracias a
ello, sus cinco hijos la han hecho en grande. Algunos se establecieron fuera
del país, y los que no, siguieron el camino de las carreras: Abogada, Doctor,
Arquitecta. El mismo Ing. García ocupó el cargo honorífico de Cónsul de la India. Porqué de la India? Ah, pues así nomás, por conectes.
Toda una tradicional familia de la Alta Sociedad Quiteña.
Cosa que a la “Arqui” ocasiona confusión. El contraste de lo que
debería de ser y de lo que es causa este choque brutal en ella, lo cual la
lleva a vivir una doble vida.
Tiene ropa para aventar por la ventana. Su estilo? Hippie, pero
sin el chic.
La naturaleza es su aliada cuando de belleza se trata.
Aguacates, miel, henna, sal con aceite de olivo, barro…todos los remedios
caseros son bienvenidos en la casa de Celeste García, aunque tapen el
drenaje a la hora de ser enjuagados.
Gracias a su linaje paterno, goza de un cabello hermoso, brillante,
negro azabache, sin una sola cana, a pesar de su ya madura edad.
Nunca se casó ni tuvo hijos, por lo cual tampoco se adaptó del
todo a los círculos de amistades familiares.
Ella se ganó a pulso el título de Arquitecta.
Las esposas de colegas Arquitectos, tomándola del hombro le han
llegado a expresar respeto, no sin un dejo de compasión por el hecho de la
falta de progenie, como aquella que sustituye la afirmación: no te preocupes, a
las mujeres ambiciosas eso les sucede..